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La sexualidad de los gatos y la buena alimentación

La comodidad y el bienestar que nuestros hogares les proporciona a los gatos es paradójicamente un inconveniente. Inconveniente para los humanos que tienen que soportar los hábitos derivados de su celo, especialmente en el caso de las hembras. Una gata que habita en nuestra latitud suele tener un periodo de celo que abarca desde los meses de septiembre a marzo. Sin embargo, una buena alimentación y el calor de los hogares extiende el periodo de celo de forma ininterrumpida, en muchos casos, a nada menos que todo el año.

La mama gato feliz! 🙂

Por esa razón, el bienestar y la comodidad de una vida regalada, puede derivar en un inconveniente, porque una gata en celo está en disposición de quedar preñada en cualquier momento, algo que deberemos tener en cuenta si convivimos con gatos de los dos sexos o nuestra gata frecuenta lo que podríamos llamar ‘el mundo exterior’, fuera de la jaula de nuestros, sus, cómodos hogares.

Los piensos para gatos, que podemos comprar en cualquier tienda de animales, son la alimentación ideal de unos animales, los gatos, que alcanzan un confort físico que se traduce en una actividad sexual ‘extendida’, difícil de sobrellevar en el reducido espacio de nuestros hogares modernos.

La madurez sexual de las gatas arranca entre los seis meses y los nueve o diez de edad, y se manifiesta de una forma muy característica con una modificación de su comportamiento. A las gatas que entran en celo, se las ve ronronear de forma muy intensa, se vuelven más receptivas, se las puede ver frotándose contra personas y objetos que les son afines, algunas hasta se las puede ver haciendo movimientos acrobáticos y maullando con sonidos que podríamos calificar de lastimeros. Además, sus orines se vuelven de un olor más fuerte, algo que sirve para atraer el interés de los machos de la zona, pero que, en casa, es un incordio más.

Algo parecido le sucede a los machos, su actividad territorial y sexual les lleva a a rociar con orines, como un spray, cada una de las esquinas de su entorno, un espacio que puede ser nada menos que nuestra casa. Un inconveniente en favor de la castración. La madurez sexual de los gatos machos se produce a los nueve u once meses de vida, aunque siempre hay que esperar al año para considerarlos aptos como sementales para la reproducción.

El periodo en el que las gatas permiten a los gatos que las cubran suele durar entre tres y nueve días. Hay que tener en cuenta que la ovulación de la gata es siempre inducida, es el coito lo que le provoca la ovulación. Para aparear a los gatos, lo más razonable es dejar que todo siga su curso en una habitación apartada y tranquila. Si la gata cede, no habrá problemas, si el gato es inexperto, y no se consigue el apareamiento, habrá que dejarlo hasta otro periodo de celo. Hay que tener en cuenta también, que la forma del pene del macho, con unas particulares escamas, le produce dolor a la hembra en la vagina cuando es retirado el miembro masculino. Algo que puede provocarle irritación a la gata en sus genitales.

Así, visto todo ésto, la castración de los gatos es una opción adecuada para mejorar esa convivencia con los humanos. La castración no entraña riesgos para la salud de un animal con una actividad sexual tan elevada. Un gato no castrado macho se expone, en un medio como nuestras ciudades, a adquirir enfermedades no deseadas como las que se transmiten unos a otros a través de la saliva y que son consecuencia de las peleas entre gatos por las hembras antes de la cópula. Estas enfermedades corrientes son todas incurables, como la leucemia felina o la inmunodeficiencia de los gatos.

Un gato castrado tiene a su favor el hecho de que reduce la densidad de animales en la vía pública de nuestras grandes ciudades y contribuye a un hecho palpable, a que no se abandonen las crías de forma indiscriminada. En el caso de los gatos machos, su actividad sexual y territorial les lleva, como hemos comentado, a rociar con orines, como un spray, cada una de las esquinas de su entorno, un espacio que puede ser nada menos que nuestra casa. Otro inconveniente más en favor de la castración.

Otro dado, la edad mínima en la que pueden aparearse los gatos no debe pasarse por alto, no es algo intrascendente. Si el apareamiento es nuestro objetivo, habremos de respetar la madurez de los gatos, que en el caso de los gatos hembras es de nueve o diez meses y en el de los machos no inferior al año de vida. Emplear animales inmaduros, cuyos organismos no hayan alcanzado la madurez suficiente es un riesgo innecesario para la salud de los propios animales. Es más, lo más sensato y lo que da buen resultado es aparear gatos, independientemente de su sexo, combinando animales jóvenes con otros experimentados, de más edad.

Una cuestión a tener en cuenta, y en esta línea, es que la reproducción de los gatos no se puede tomar a la ligera, y, mucho menos, si el fin que se pretende es obtener una selección de raza. La reproducción felina, como la del resto de animales, es algo serio. Es una tarea que une las técnicas de varias disciplinas científicas como la genética, la fisiología, la biología o la misma etología. La finalidad de la reproducción de las razas puras es, además de la misma obtención de individuos con unas caracterísiticas físicas concretas, es la obtención de animales seleccionados que proporcionen descendencias homogéneas y viables desde el punto de vista de la vida, saludables.

La alimentación de los gatos, su comida, sus piensos y sus suplementos, que podemos comprar fácilmente en las tiendas de animales, forman la mejor combinación para una salud envidiable de estas mascotas, pero, como hemos visto también, son el origen de algunas de las incomodidades de los gatos. Su vida sexual bulle al regusto del pienso balanceado.

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